Sherlock Holmes investigaba el caso de un caballo que había sido robado del establo de una gran mansión. La investigación llevaba días, pero cuando Holmes toma las riendas del caso, como por arte de magia concluye rápidamente que el encargado del establo estaba involucrado en el robo. Todos asombrados le preguntaron: “¿Cómo llegó a esa conclusión tan rápido señor Holmes?”.

El jefe de policía le pregunta: “¿Hay algo que usted vio que yo no vi?”, y Holmes le responde: “La clave que me llevó a esa conclusión fue que el perro no ladró la noche del robo. Eso fue todo”.

El inspector abrió los ojos confundido y le pide a Holmes que lo aclare y éste respondió con tres preguntas:

“Señor inspector:
1. ¿El perro estaba presente la noche que ocurrió el robo del caballo?” “Sí, señor Holmes”.
2. “¿El perro ladró cuando robaron el caballo?” El inspector responde: “No. Confirmamos que el cuidador estaba dormido y no despertó”.
3. “¿A quién el perro nunca ladraría a media noche?” El inspector responde: Por supuesto, al encargado del establo, él es su dueño”. – Entonces, señor inspector, todo apunta al encargado del establo.

Finaliza entonces Holmes: “Vea inspector, cuando se hacen las preguntas correctas, la respuesta es… elemental, ¿no, mi querido Watson?»

Diviértete
Poncho Mendoza

Tomado del libro El arte de hacer preguntas, Mario Borghino

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