La semana pasada hice un ejercicio. Les pedí a todos en mi equipo que dejaran su telefóno celular por el fin de semana. Muchos se negaron y objetaron que tenían clientes que atender y que toda su vida estaba allí; sin embargo al final todos aceptaron. No pude comprobar si realmente lo hicieron porque yo también lo hice. Abandoné mi teléfono desde el sábado en la tarde hasta el domingo después de comer. ¿Y qué crees? Fue increíble: me sentí ansioso al principio pero luego tranquilo y relajado. En un par de horas ya había olvidado que también “toda mi vida estaba ahí”.
El tiempo lejos del teléfono nos aleja de lo urgente y nos acerca a lo más importante que es aquello que está dentro de nuestras cabezas. Como el buen samurai uno debe de alejarse de las espadas de vez en cuando; sólo así podemos quitarnos un rato del ruido de los negocios y concentrarnos de nuevo. El ejercicio de otras actividades es clave para nuestro desarrollo profesional, aunque a veces no se pueda apreciar.