Una tarde platicando con un director, me comentó que ya había intentado de todo: incorporar tecnologías a la empresa, realizar planeaciones anuales, reportes, auditorías, había contratado a las mejores consultorías del país, e incluso había despedido a altos mandos de la empresa y no había logrado obtener el resultado que esperaba.

Comentarios como estos los escucho frecuentemente en dueños de empresas, lo que me llevó a cuestionar ¿cuál es la verdadera restricción de las empresas? ¿las personas? ¿el giro? ¿El mercado? ¿la venta? ¿la administración?, sorprendentemente me doy cuenta que todo lo anterior son solamente síntomas.

Soy de la idea de que las empresas tienen personalidad, la cual define su comportamiento al igual que en las personas. Está en su ADN, que se constituye en la forma de cómo tomamos decisiones, medimos el desempeño, comunicamos y transferimos el conocimiento, incentivamos y desarrollamos a los colaboradores. También se forma con el respeto que mostramos por las líneas, estilos de mando y políticas establecidas, así como la flexibilidad y esquemas de compensación.

Pienso que el origen del problema está en el ADN de las organizaciones, que les impide poner sus decisiones en acción. La ausencia de información, liderazgos correctos e incentivos necesarios para emprender un cambio significativo, hace que los colaboradores adopten actitudes de desinterés y para que una maquinaría funcione correctamente todas y cada una de sus piezas debe estar al 100.

“Hazte preguntas difíciles y prepárate para trabajar en las respuestas.”

Sonríe.
Paty Vargas

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